Respuesta a la pregunta del taller de los historiadores de Ondarroa:
¿COMO VIVISTE LA CONDENA A MUERTE DE ANDONI ARRIZABALAGA?
Como testigo excepcional, me encontraba encausado en el mismo sumario junto a tres compañeros más, Andoni Bedialauneta, Jesús Mª Aramaio y José Ignacio Uribe, y condenado en el mismo juicio a 25 años de prisión mayor.
Cuarenta cortos y largos años han transcurrido desde entonces. Muchos recuerdos están constantemente presentes, otros tirando del ovillo de las vivencias los recuperas y algunos se pierden bien por su poca significación o porque el subconsciente no te quiere abrir las puertas para recordar todo tal y como sucedió.
La petición de pena de muerte para Andoni Arrizabalaga y la de 25 años para Andoni Bedialanueta y para mí, junto a la absolución de Aremaio y Uribe, las recibí, en la Prisión Central de Burgos –el llamado penal de Burgos- donde me encontraba con los compañeros detenidos en Artekalle, Bilbao y en Mondrovejo, Cantabria, todos eran liberados y miembros de la dirección de ETA, la mayoría posteriormente fueron juzgados en el popular “proceso de Burgos”, con incredulidad, preocupación y cierto “acojono”. Me resultaba difícil de asimilar. Nada más hacerme la pregunta que encabeza este escrito, recuerdo aquel instante; nada mas recibir la noticia, dirigí la mirada al resto de los compañeros, en mi fuero interno pensé: “ si a Andoni le piden la pena de muerte por entregarnos una pequeña bomba, la cual solamente rompió los cristales de una fachada, sin causar ninguna víctima, ni herido, ¿qué va a suceder con el resto de compañeros, que tenían entre otras acusaciones las de colocación de varias bombas y que decidieron ejecutar al policía Manzanas? –jefe de la brigada político-social de Gipuzkoa, popularmente conocido por el ensañamiento con los detenidos, torturador donde los haya; padecieron sus torturas republicanos, sindicalistas, estudiantes, militantes del PNV, EPK-PCE, PSE, EGI, CNT, ETA… Todo aquel que no respetaba el orden de la dictadura franquista, una vez detenido, se las tenía que ver con él. Son muchos los testimonios que existen de sus métodos para arrancar confesiones. Su ejecución fue celebrada por todo el espectro político antifranquista, cuentan que el champán corrió en muchas casas y círculos antifascistas, la situación política era evidentemente distinta a la actual. Después de esa acción, volvieron a poner en vigor el decreto sobre bandidaje y terrorismo que restablecía la jurisdicción militar sobre delitos políticos y laborales-
La mayoría de los compañeros con los que me encontraba en el Penal de Burgos tenían los días contados pensaba, todos tenían acusaciones mucho más graves que Andoni. La desproporción entre la acusación y la pena solicitada para él era de tal calibre que aún hoy pienso que para dar una explicación a ésto, sólo puede hacerse desde la lógica dictatorial fascista; dictaduras como la de Pinochet en Chile, Videla en Argentina con miles de torturados, asesinados y desaparecidos me ayudan a entender que lo que hacían los militares en Burgos, la represión dura y pura era el pilar que sostenía el régimen dictatorial de Franco.
Con la petición de la pena de muerte para Andoni, se iniciaba en Burgos, entre nosotros, un período de análisis -sobre el presente y las consecuencias futuras- para afrontar los juicios sumarísimos ya que con toda seguridad conllevarían la imposición de las máximas penas. Las razones de encontrarnos en Burgos eran las duras acusaciones que pesaban sobre la mayoría de nosotros y que era el lugar en el que se encontraba la Capitanía de la VIª Región Militar dónde se nos iba a juzgar aplicándonos la ley de Rebelión Militar, Bandidaje y Terrorismo. Los militares fascistas que derrocaron la República e impusieron un Régimen dictatorial, ansiaban desenfundar sus sables manchados con sangre republicana, para cubrirlos con la sangre de jóvenes vascos que se revelaron contra la dictadura militar.
En el análisis que hacíamos vimos dos posibilidades: la de ir a un juicio sin garantías y por medio de una defensa bien llevada rebajar las peticiones, y procurar que las penas que nos impusieran fueran mas leves. Otra era la de enfrentarnos en los tribunales con nuestro mayor enemigo, los militares, que con su poder garantizaban un régimen sin libertades contra el cuál nos organizamos y luchabamos; no podíamos someternos a unos tribunales excepcionales que pretendían acabar con la resistencia que habíamos organizado, con todo su poder, la represión, no nos iba a doblegar. Tras largos debates decidimos que ante las peticiones de más de doce años de cárcel politizaríamos el juicio, -llegamos a la conclusión de que era igual ser condenado a doce años que a cadena perpetua, los días de la dictadura estaban contados, el relevo de la monarquía para tener la mínima credibilidad, no podía hacerse con las cárceles llenas de presos políticos-, no reconociendo al tribunal y si la ocasión lo permitía denunciar la falta de libertades y la represión a la que estaba sometido nuestro pueblo.
Fuimos los primeros en plantar cara a un tribunal militar, en particular Andoni con una petición de pena de muerte; decidimos hacer un juicio político, la petición de nuestras penas eran grandes y en el caso de Andoni incomprensible en relación a la acusación por muy “burros” que considerábamos a la los militares.
Cuando nos notificaron las peticiones, Andoni se encontraba en Madrid, lo habían trasladado para ser juzgado por el Tribunal de Orden Público (TOP) y condenado a tres años de Prisión Menor y multa de 10.000pts. por un delito de Asociación licita. Un año de Prisión Menor e idéntica multa por el delito de Propaganda Ilegal; un año de Prisión Menor por hurto de vehículo a motor. Lo trajeron a Burgos unos pocos días antes de celebrarse el juicio, le esperábamos con ansiedad, nos preguntábamos en silencio cómo habría encajado él la petición de pena de muerte. Todos ansiábamos abrazarle, darle nuestro apoyo, animarle; por dentro, supongo que como él, en nuestro interior nos removía la pregunta: ¿serán capaces de matarlo?, en nuestros rostros debía de reflejarse esta preocupación, Andoni lo intuyó nada más entrar en la galería porque al vernos empezó a gesticular, a darnos ánimos. Su fortaleza se sustentaba (tenia las cosas claras) en la convicción de que iba a plantar cara al tribunal militar que, con sus uniformes de gala, con sus medallas en el pecho impregnadas con la vida de un millón de muertos veintinueve años atrás, no le iban a doblegar. Su actitud fue reconfortante para todos nosotros, nos fortaleció..
Nos íbamos a enfrentar con la jerarquía militar del ejército, con el tribunal que tantas condenas de muerte dictó en la guerra civil y en la posguerra. Diariamente lo teníamos presente: el patio que nos asignaron era el tristemente conocido “patio de las acacias” dónde se ejecutaban las condenas dictadas por el tribunal militar, en el “paredón” eran visibles los remiendos del albañil tratando de ocultar los impactos de las balas.
Los días que transcurrieron hasta el día del juicio, el 27 de octubre de 1969, fueron intensos, entrevista con los abogados, noticias del exterior, distintos estamentos nacionales y extranjeros solicitando el indulto, etc. Los familiares en las visitas nos informaban del clima que se estaba gestando: previsión de movilizaciones en Euskadi, en España, en el extranjero. Nuestros abogados estaban preocupados por nuestra decisión de hacer un juicio político, esaria para modificar la sentencia. Los abogados, Bandres y Etxebarrieta sólo nos pidieron una cosa, que hiciéramos mención expresa en castellano a nuestra renuncia a la defensa, con la finalidad de que si nos expulsaban de la sala, no les conminaran a defendernos sin nuestra presencia.
En medio de un despliegue de guardias civiles, soldados del ejército y del cuerpo especial de boinas verdes apostado en lugares estratégicos, edificios y tejados, nos condujeron a Capitanía General para ser juzgados.
No guardo el recuerdo de pequeños detalles, tenía la tensión la tope. Había llegado el momento de saber a qué estaban dispuestos aquellos militares enfundados en sus uniformes de gala, sable en ristre y bigote retocado. Nos colocaron frente al tribunal, tuvimos que aguantar una retahíla en el discurso rancio del fiscal Granada Mezquita: “…a estos yo les llevaba a una isla desierta, donde no crece la hierba y los dejaba allí…”, parecía que deseaba matarnos lejos de toda mirada que les reprochara que representaban a un ejército que había terminado con las libertades e instaurado un régimen dictatorial fascista, querían juzgarnos sin explicar sentencias que no guardaban proporción con la acusación de los hechos, quería hacerlo sin que se oyera el ruido de los fusiles, sin la solidaridad interna y externa que recibíamos, sin la denuncia a la dictadura a la que servían y sin el clamor de las movilizaciones que se extendían por las libertades, es lo que este fiscal quería que se hiciera con nosotros.
Al primero que el tribunal pretendió interrogar fue a Andoni, que se puso de pie y tal y como estaba acordado dijo que renunciaba a ser defendido por su abogado, acto seguido se expresó en euskera: tribunal hau ez dut on hartzen, ni bakarrik herriak juzgatuko nau. Percibimos cómo los componentes de la mesa del tribunal recibían un duro ataque, jamás en su dilatada carrera fueron ofendidos de tal manera. El revuelo en la sala fue indescriptible, el tribunal se descompuso, estuvieron unos instantes sin saber qué hacer, uno de ellos cogió el sable que tenía encima de la mesa e hizo ademán de desvainarlo, por un momento pensé que bajaban del estrado y “se liaban a sablazos” con nosotros. Ordenaron que sacaran de la sala a Andoni. Acto seguido, restablecido el orden, citaron mi nombre, apenas me dejaron hablar, nada más oír que lo hacía en euskera: juicio hau antzerki bat da, me sacaron en volandas, mientras me llevaban, reconocí entre el público a amigos que se habían desplazado desde Ondarroa. De vuelta en la cárcel, tuve la sensación de haber librado una batalla y haberla ganado.
La vida de Andoni corría peligro, al día siguiente se nos comunicó la sentencia, no debatieron mucho, sin acusados en la sala, sin abogados, los militares lo cocinaron y ellos se sirvieron, debían de responder a la ofensa recibida como alimañas ansiosas de venganza y sedientas de sangre. La petición no se alteró: condenaban a Andoni a la pena capital y a Andoni Bedialanueta a y a mí, a 25 años de prisión mayor.
Teníamos plena conciencia de que podía suceder lo peor, las manifestaciones y la presión internacional seguían intentando parar el proyecto de aquel horrendo crimen. Setenta y dos horas eran las que tenía el Caudillo Franco para firmar la condena o conmutarla. Durante tres interminables días Andoni fue aislado, separado de nosotros, sus compañeros, en las pocas ocasiones que le veíamos tratábamos de animarle y darle todo nuestro calor, expresarle lo mucho que le queríamos y hacerle ver que saldría de aquella. Su actitud seguía siendo firme, su resistencia inquebrantable, nos transmitía él la fuerza que necesitábamos, en ocasiones parecía que éramos nosotros los que nos encontrábamos en capilla y no él.
La acusación de Rebelión Militar que nos querían aplicar junto a la de Bandidaje y Terrorismo nos fue retirada. Esto unido a todas las movilizaciones que se produjeron, fueron las causas de que el “enano” Franco conmutara la pena de muerte de Andoni por la de cadena perpetua.
En esta ocasión los sables ansiosos de sangre, tuvieron que ser envainados; el águila imperial, enseña de la bandera que conquistó la dictadura, seguía revoloteando sobre las cabezas de los compañeros en el Penal de Burgos que esperaban con acusaciones mucho más graves, peticiones aun mayores; volverían a intentarlo para saciar su sed, pero en aquel mes de octubre de 1969 el albañil preso en el Penal de Burgos no tuvo que remendar y ocultar los desperfectos del paredón.
Ondarroa 13-11-09
Iñaki Garcia Arambarri
¿COMO VIVISTE LA CONDENA A MUERTE DE ANDONI ARRIZABALAGA?
Como testigo excepcional, me encontraba encausado en el mismo sumario junto a tres compañeros más, Andoni Bedialauneta, Jesús Mª Aramaio y José Ignacio Uribe, y condenado en el mismo juicio a 25 años de prisión mayor.
Cuarenta cortos y largos años han transcurrido desde entonces. Muchos recuerdos están constantemente presentes, otros tirando del ovillo de las vivencias los recuperas y algunos se pierden bien por su poca significación o porque el subconsciente no te quiere abrir las puertas para recordar todo tal y como sucedió.
La petición de pena de muerte para Andoni Arrizabalaga y la de 25 años para Andoni Bedialanueta y para mí, junto a la absolución de Aremaio y Uribe, las recibí, en la Prisión Central de Burgos –el llamado penal de Burgos- donde me encontraba con los compañeros detenidos en Artekalle, Bilbao y en Mondrovejo, Cantabria, todos eran liberados y miembros de la dirección de ETA, la mayoría posteriormente fueron juzgados en el popular “proceso de Burgos”, con incredulidad, preocupación y cierto “acojono”. Me resultaba difícil de asimilar. Nada más hacerme la pregunta que encabeza este escrito, recuerdo aquel instante; nada mas recibir la noticia, dirigí la mirada al resto de los compañeros, en mi fuero interno pensé: “ si a Andoni le piden la pena de muerte por entregarnos una pequeña bomba, la cual solamente rompió los cristales de una fachada, sin causar ninguna víctima, ni herido, ¿qué va a suceder con el resto de compañeros, que tenían entre otras acusaciones las de colocación de varias bombas y que decidieron ejecutar al policía Manzanas? –jefe de la brigada político-social de Gipuzkoa, popularmente conocido por el ensañamiento con los detenidos, torturador donde los haya; padecieron sus torturas republicanos, sindicalistas, estudiantes, militantes del PNV, EPK-PCE, PSE, EGI, CNT, ETA… Todo aquel que no respetaba el orden de la dictadura franquista, una vez detenido, se las tenía que ver con él. Son muchos los testimonios que existen de sus métodos para arrancar confesiones. Su ejecución fue celebrada por todo el espectro político antifranquista, cuentan que el champán corrió en muchas casas y círculos antifascistas, la situación política era evidentemente distinta a la actual. Después de esa acción, volvieron a poner en vigor el decreto sobre bandidaje y terrorismo que restablecía la jurisdicción militar sobre delitos políticos y laborales-
La mayoría de los compañeros con los que me encontraba en el Penal de Burgos tenían los días contados pensaba, todos tenían acusaciones mucho más graves que Andoni. La desproporción entre la acusación y la pena solicitada para él era de tal calibre que aún hoy pienso que para dar una explicación a ésto, sólo puede hacerse desde la lógica dictatorial fascista; dictaduras como la de Pinochet en Chile, Videla en Argentina con miles de torturados, asesinados y desaparecidos me ayudan a entender que lo que hacían los militares en Burgos, la represión dura y pura era el pilar que sostenía el régimen dictatorial de Franco.
Con la petición de la pena de muerte para Andoni, se iniciaba en Burgos, entre nosotros, un período de análisis -sobre el presente y las consecuencias futuras- para afrontar los juicios sumarísimos ya que con toda seguridad conllevarían la imposición de las máximas penas. Las razones de encontrarnos en Burgos eran las duras acusaciones que pesaban sobre la mayoría de nosotros y que era el lugar en el que se encontraba la Capitanía de la VIª Región Militar dónde se nos iba a juzgar aplicándonos la ley de Rebelión Militar, Bandidaje y Terrorismo. Los militares fascistas que derrocaron la República e impusieron un Régimen dictatorial, ansiaban desenfundar sus sables manchados con sangre republicana, para cubrirlos con la sangre de jóvenes vascos que se revelaron contra la dictadura militar.
En el análisis que hacíamos vimos dos posibilidades: la de ir a un juicio sin garantías y por medio de una defensa bien llevada rebajar las peticiones, y procurar que las penas que nos impusieran fueran mas leves. Otra era la de enfrentarnos en los tribunales con nuestro mayor enemigo, los militares, que con su poder garantizaban un régimen sin libertades contra el cuál nos organizamos y luchabamos; no podíamos someternos a unos tribunales excepcionales que pretendían acabar con la resistencia que habíamos organizado, con todo su poder, la represión, no nos iba a doblegar. Tras largos debates decidimos que ante las peticiones de más de doce años de cárcel politizaríamos el juicio, -llegamos a la conclusión de que era igual ser condenado a doce años que a cadena perpetua, los días de la dictadura estaban contados, el relevo de la monarquía para tener la mínima credibilidad, no podía hacerse con las cárceles llenas de presos políticos-, no reconociendo al tribunal y si la ocasión lo permitía denunciar la falta de libertades y la represión a la que estaba sometido nuestro pueblo.
Fuimos los primeros en plantar cara a un tribunal militar, en particular Andoni con una petición de pena de muerte; decidimos hacer un juicio político, la petición de nuestras penas eran grandes y en el caso de Andoni incomprensible en relación a la acusación por muy “burros” que considerábamos a la los militares.
Cuando nos notificaron las peticiones, Andoni se encontraba en Madrid, lo habían trasladado para ser juzgado por el Tribunal de Orden Público (TOP) y condenado a tres años de Prisión Menor y multa de 10.000pts. por un delito de Asociación licita. Un año de Prisión Menor e idéntica multa por el delito de Propaganda Ilegal; un año de Prisión Menor por hurto de vehículo a motor. Lo trajeron a Burgos unos pocos días antes de celebrarse el juicio, le esperábamos con ansiedad, nos preguntábamos en silencio cómo habría encajado él la petición de pena de muerte. Todos ansiábamos abrazarle, darle nuestro apoyo, animarle; por dentro, supongo que como él, en nuestro interior nos removía la pregunta: ¿serán capaces de matarlo?, en nuestros rostros debía de reflejarse esta preocupación, Andoni lo intuyó nada más entrar en la galería porque al vernos empezó a gesticular, a darnos ánimos. Su fortaleza se sustentaba (tenia las cosas claras) en la convicción de que iba a plantar cara al tribunal militar que, con sus uniformes de gala, con sus medallas en el pecho impregnadas con la vida de un millón de muertos veintinueve años atrás, no le iban a doblegar. Su actitud fue reconfortante para todos nosotros, nos fortaleció..
Nos íbamos a enfrentar con la jerarquía militar del ejército, con el tribunal que tantas condenas de muerte dictó en la guerra civil y en la posguerra. Diariamente lo teníamos presente: el patio que nos asignaron era el tristemente conocido “patio de las acacias” dónde se ejecutaban las condenas dictadas por el tribunal militar, en el “paredón” eran visibles los remiendos del albañil tratando de ocultar los impactos de las balas.
Los días que transcurrieron hasta el día del juicio, el 27 de octubre de 1969, fueron intensos, entrevista con los abogados, noticias del exterior, distintos estamentos nacionales y extranjeros solicitando el indulto, etc. Los familiares en las visitas nos informaban del clima que se estaba gestando: previsión de movilizaciones en Euskadi, en España, en el extranjero. Nuestros abogados estaban preocupados por nuestra decisión de hacer un juicio político, esaria para modificar la sentencia. Los abogados, Bandres y Etxebarrieta sólo nos pidieron una cosa, que hiciéramos mención expresa en castellano a nuestra renuncia a la defensa, con la finalidad de que si nos expulsaban de la sala, no les conminaran a defendernos sin nuestra presencia.
En medio de un despliegue de guardias civiles, soldados del ejército y del cuerpo especial de boinas verdes apostado en lugares estratégicos, edificios y tejados, nos condujeron a Capitanía General para ser juzgados.
No guardo el recuerdo de pequeños detalles, tenía la tensión la tope. Había llegado el momento de saber a qué estaban dispuestos aquellos militares enfundados en sus uniformes de gala, sable en ristre y bigote retocado. Nos colocaron frente al tribunal, tuvimos que aguantar una retahíla en el discurso rancio del fiscal Granada Mezquita: “…a estos yo les llevaba a una isla desierta, donde no crece la hierba y los dejaba allí…”, parecía que deseaba matarnos lejos de toda mirada que les reprochara que representaban a un ejército que había terminado con las libertades e instaurado un régimen dictatorial fascista, querían juzgarnos sin explicar sentencias que no guardaban proporción con la acusación de los hechos, quería hacerlo sin que se oyera el ruido de los fusiles, sin la solidaridad interna y externa que recibíamos, sin la denuncia a la dictadura a la que servían y sin el clamor de las movilizaciones que se extendían por las libertades, es lo que este fiscal quería que se hiciera con nosotros.
Al primero que el tribunal pretendió interrogar fue a Andoni, que se puso de pie y tal y como estaba acordado dijo que renunciaba a ser defendido por su abogado, acto seguido se expresó en euskera: tribunal hau ez dut on hartzen, ni bakarrik herriak juzgatuko nau. Percibimos cómo los componentes de la mesa del tribunal recibían un duro ataque, jamás en su dilatada carrera fueron ofendidos de tal manera. El revuelo en la sala fue indescriptible, el tribunal se descompuso, estuvieron unos instantes sin saber qué hacer, uno de ellos cogió el sable que tenía encima de la mesa e hizo ademán de desvainarlo, por un momento pensé que bajaban del estrado y “se liaban a sablazos” con nosotros. Ordenaron que sacaran de la sala a Andoni. Acto seguido, restablecido el orden, citaron mi nombre, apenas me dejaron hablar, nada más oír que lo hacía en euskera: juicio hau antzerki bat da, me sacaron en volandas, mientras me llevaban, reconocí entre el público a amigos que se habían desplazado desde Ondarroa. De vuelta en la cárcel, tuve la sensación de haber librado una batalla y haberla ganado.
La vida de Andoni corría peligro, al día siguiente se nos comunicó la sentencia, no debatieron mucho, sin acusados en la sala, sin abogados, los militares lo cocinaron y ellos se sirvieron, debían de responder a la ofensa recibida como alimañas ansiosas de venganza y sedientas de sangre. La petición no se alteró: condenaban a Andoni a la pena capital y a Andoni Bedialanueta a y a mí, a 25 años de prisión mayor.
Teníamos plena conciencia de que podía suceder lo peor, las manifestaciones y la presión internacional seguían intentando parar el proyecto de aquel horrendo crimen. Setenta y dos horas eran las que tenía el Caudillo Franco para firmar la condena o conmutarla. Durante tres interminables días Andoni fue aislado, separado de nosotros, sus compañeros, en las pocas ocasiones que le veíamos tratábamos de animarle y darle todo nuestro calor, expresarle lo mucho que le queríamos y hacerle ver que saldría de aquella. Su actitud seguía siendo firme, su resistencia inquebrantable, nos transmitía él la fuerza que necesitábamos, en ocasiones parecía que éramos nosotros los que nos encontrábamos en capilla y no él.
La acusación de Rebelión Militar que nos querían aplicar junto a la de Bandidaje y Terrorismo nos fue retirada. Esto unido a todas las movilizaciones que se produjeron, fueron las causas de que el “enano” Franco conmutara la pena de muerte de Andoni por la de cadena perpetua.
En esta ocasión los sables ansiosos de sangre, tuvieron que ser envainados; el águila imperial, enseña de la bandera que conquistó la dictadura, seguía revoloteando sobre las cabezas de los compañeros en el Penal de Burgos que esperaban con acusaciones mucho más graves, peticiones aun mayores; volverían a intentarlo para saciar su sed, pero en aquel mes de octubre de 1969 el albañil preso en el Penal de Burgos no tuvo que remendar y ocultar los desperfectos del paredón.
Ondarroa 13-11-09
Iñaki Garcia Arambarri