17/11/10

Voceros de la democracia y el statu quo

Estas líneas las escribí en el avión el día que fui retenido en el aeropuerto de Barajas junto con dos compañeras, cuando nos dirigíamos a embarcar para pasar nuestras vacaciones en el Mustang, en Nepal.
El día 5 de octubre de 2010 era el elegido para comenzar mis vacaciones. Junto con dos amigas, me dirigía a Kathmandu, Nepal. Tras la espera habitual en Barajas y una vez facturados nuestros equipajes, nos dirigimos al control policial. Primero pasó una amiga, tras guardar las distancias que se siguen en estos casos nos plantamos en dos ventanillas simultáneamente, mi otra amiga y yo. Presenté el pasaporte, observaba que el policía tardaba más de lo habitual (desde hace años suelo pasar mis vacaciones en el extranjero), su miraba iba de la pantalla del ordenador al pasaporte, después hacia mi y de nuevo a la pantalla… Terminó por preguntarme: “¿ha estado en la cárcel? Sí, le respondí y añadí que salí en libertad con la aplicación de la Ley de Amnistía de 1977 y que mis antecedentes no deberían aparecer en la pantalla del ordenador.
El policía nacional que miraba el nombre y número de mi pasaporte, me pidió el billete de embarque y acto seguido me preguntó si viajaba con la mujer que se encontraba en la ventanilla de al lado, le respondí que sí y automáticamente el otro policía retuvo el pasaporte de mi compañera entregándolo al primero y dicendo en tono despectivo “el pasaporte de “la mujer””; preguntó si viajaba con alguién más, le respondí que con la persona que acababa de pasar y me ordenó que la llamara, también a ella le retiró el pasaporte y el billete de embarque. Protesté diciéndole que no me parecía correcto ni legal que figuraran mis antecedentes en su ordenador, que en todos los años que he salido al extranjero, era la primera vez que me sucedía algo parecido. El policía ni se inmutaba, se levantó con los pasaportes y nos ordenó que no nos moviésemos de ese lugar.
 Tras un tiempo de espera, una de mis amigas se dirigió a la ventanilla a pedir explicaciones de lo que sucedía, la respuesta fue tajante: !esperen dónde se les ha ordenado¡
Intenté ir a la comisara del aeropuerto, un empleado me dijo que se encontraba al otro extremo del aeropuerto, desistí de ir a hablar con un superior y explicarle que era un amnistiado de 1977; que ostentaba en los último siete años un cargo público como concejal en el Ayuntamiento de Deba, primero y en esta última legislatura en Orio, Guipúzcoa; que pertenecía a una organización legal como Ezker Batua Berdeak, que no tenía ningún vínculo con una organización ilegal, etc., etc.
Durante la espera veía la cara de preocupación de mis dos amigas, sentía la incertidumbre de no saber qué era lo que iba a suceder, minuto a minuto subía la indignación pensando que nos iban a hace perder el vuelo mientras hacían “sus comprobaciones”
Transcurrió casi una hora sin saber lo que sucedía. No podía creer que después de viajar en los últimos años por todo el mundo, ahora iba a tener problemas yo y quizá mis dos amigas. Cuando nos devolvieron los pasaportes y tarjetas de embarque, no nos dieron ni una disculpa, nos quejamos al policía por lo sucedido, sólo dijo que cumplía órdenes.
A primeros de 1980, padecí una “historia” aún más surreal que ésta. Solicité el pasaporte y me lo denegaron. La razón que argumentaban en el escrito que se me remitió, era que todavía no había cumplido la condena, que se me impuso en 1969. ¡Me encontraba en libertad desde hacía 3 años, fui amnistiado en abril de 1977¡
Han transcurrido más de 33 años desde que recobré la libertad y aún padezco una situación anormal, surrealista y como en tantas otras ocasiones que me está tocando vivir en esta democracia descafeinada, maldigo a todos los que claudicaron ante la resistencia de la derecha fascista, pactando una transición sin exigir responsabilidades políticas y criminales por provocar una guerra y mantener durante 40 años una dictadura.
Fui condenado por leyes fascistas, padecí prisión por luchar por las libertades, y todavía, después de 33 años, soy considerado sospechoso, no solo yo, sino también mis amigos, con los que viajo en vacaciones.  
De aquella mala cosecha, estas carencias. A los responsables de la muerte de más de 1.000.000 de ciudadanos en la guerra civil, a los  asesinos y torturadores durante 40 años de dictadura, no les paran en los aeropuertos. Ellos no fueron juzgados ni tienen expedientes con sus nombres y delitos a pesar de cometer crímenes de lesa humanidad.
Sobrevolando Asia, 6 de octubre de 2010

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